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La importancia de sentir: Darle espacio a todas nuestras emociones

Seamos francos: Emociones como la rabia, la ira, la tristeza, los celos y la incertidumbre no son cómodas. Sentirlas no es placentero. Sin embargo, son humanas e inherentes a nuestra experiencia como seres que transitan la vida y se relacionan, cometen errores y aprenden constantemente. En este artículo vamos a explorar por qué es importante sentirlas y entenderlas como parte fundamental de nuestras vidas y nuestras relaciones.


Sentir es un aspecto fundamental de la experiencia humana. Ya sea la alegría de enamorarse, la tristeza de perder a un ser querido o la ira que sentimos cuando somos lastimados, las emociones moldean nuestras vidas y definen quiénes somos. Pero mientras las emociones son una parte integral de nuestra existencia, también pueden ser una fuente de confusión e incomodidad. Sentir es vivir, y lamentablemente, no es negociable.

Una de las cosas más importantes que debemos entender sobre las emociones es que no son buenas o malas, simplemente existen. Cada emoción, ya sea placentera o incómoda, tiene un propósito y puede proporcionar información valiosa sobre nuestras experiencias y el mundo que nos rodea. Por ejemplo, el sentimiento de miedo puede alertarnos sobre un peligro potencial y motivarnos a tomar medidas para protegernos. De manera similar, el sentimiento de felicidad puede señalar que estamos en el camino correcto y inspirarnos a seguir adelante. En mi caso, he aprendido a escuchar mi rabia y "malgenio" y entender que muchas veces surgen cuando uno de mis límites no está siendo respetado. Esto me permite hacerme la pregunta "¿Cuáles son mis límites?". El simple acto de reconocer la emoción como un mensaje y no como una incomodidad me permite hacerme preguntas sobre mi misma y conocerme mejor. Lo mismo sucede con las emociones placenteras. En un momento de mucha felicidad, me pregunto "¿Qué es lo que detona este sentimiento?" y así comienzo a detectar quiénes son esas personas, experiencias, momentos o cosas que me llenan de verdadera felicidad. Es una experiencia hermosa y sumamente enriquecedora.


Pero las emociones también pueden ser abrumadoras y difíciles de manejar. A veces, la intensidad de nuestros sentimientos nos lleva a tomar decisiones o acciones que luego lamentamos. Por ejemplo, podemos reaccionar con ira hacia alguien que nos importa o retirarnos en el miedo ante una situación desafiante. A veces se nos salen palabras sin querer en medio de una pelea. Tomamos decisiones impulsivas. Somos seres humanos que sienten, se equivocan y actúan desde el corazón. Es más que normal.

Para manejar eficazmente nuestras emociones, es importante entender que los sentimientos no son hechos. Solo porque nos sentimos de cierta manera, no significa que nuestros sentimientos sean precisos o que la situación sea tan grave como parece. Nuestras emociones a menudo se basan en experiencias pasadas, y no en los hechos de la situación presente. Siempre recuerda:

"No creas todo lo que piensas."

¿Cómo manejar las emociones?


Una forma de manejar nuestras emociones es practicar la atención plena. La atención plena es la práctica de estar presente en el momento y prestar atención a nuestros pensamientos y sentimientos sin juzgarlos. Cuando somos conscientes, somos mejores para observar nuestras emociones sin quedarnos atrapados en ellas. Esto puede ayudarnos a responder a nuestras emociones de manera más constructiva. Un truco que me ayuda cuando me siento abrumada por alguna emoción es nombrarla. Muchas veces, incluso sin darnos cuenta, sentimos algo intenso y abrumador que nos toma por sorpresa. Para mi, se manifiesta en la garganta. Se me cierra la tráquea y me duele hablar. Me pesa el pecho. Siento todo esto, pero... ¿qué es? Practicando la atención plena, trato de centrar mi mente en darle un nombre y sólo eso basta para calmarme en cierta medida. Puedo decir "siento impotencia" o "me siento ignorada" y mi experiencia, automáticamente, se transforma. Ahora sé lo que siento y lo tengo ubicado dentro de mi cuerpo. Puedo nombrarlo. Puedo reconocerlo. Saber cuál es esa emoción me permite no dejarme llevar por ella y racionalizarla antes de dejarme llevar por el impulso.


Otro aspecto importante de manejar nuestras emociones es la auto-compasión. La auto-compasión implica tratarnos a nosotros mismos con la misma amabilidad y comprensión que ofreceríamos a un amigo. Cuando somos amables y comprensivos con nosotros mismos, somos mejores para lidiar con las emociones difíciles y pasar por ellas con más facilidad. A menudo nos juzgamos por sentir lo que sentimos. Tratamos de ahogarlo, suprimirlo, ignorarlo. Esto, simplemente, no es posible. Tal como dijo Sigmund Freud:


"“Las emociones reprimidas nunca mueren, son enterradas vivas y saldrán de la peor manera

En conclusión, los sentimientos son una parte fundamental de la experiencia humana, pero también pueden ser desafiantes de manejar. Al entender que los sentimientos no son hechos y practicando la atención plena y la auto-compasión, podemos aprender a manejar nuestras emociones de manera más efectiva y vivir una vida más satisfactoria.


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